jueves, 11 de marzo de 2010

¡Gané la Presidencia Municipal!


04 de Marzo de 2010

 

Cuando todo el mundo es alguien, nadie es nadie
William Gilbert

 

Anoche tuve un sueño, un sueño mucho más modesto que aquel grandioso sueño que tuvo Martin Luther King en 1968, cuando vio a los negros en plena igualdad con los blancos,  ocupando los cargos más altos en la política y en la economía, como producto de la meritrocracia y sin importar el color de su piel. MI sueño fue más modesto: Soñé que yo era un muchacho joven que competía por y ganaba la presidencia municipal del lugar en el que residía.  En ese sueño, yo me lanzaba  a competir por el deseado puesto como candidato independiente, pues no sólo no obtuve el apoyo de algún partido político, sino que no lo busqué; y no lo busqué, porque no quería estar sujeto a sus instrucciones y comprometer con ello mi carrera política; porque no confiaba en los partidos, quienes estaban alejados de la sociedad e inmersos en su lucha por el poder, gozando, por ello, de un merecido desprestigio; porque las más de las veces seleccionaban a los candidatos de acuerdo a sus compromisos políticos sin atender los deseos de la sociedad. Sí, me lancé como candidato independiente, consciente de la confianza y aprecio que me tenía la ciudadanía derivada del permanente contacto con ella a través de mi modesto negocio agropecuario, de mi actividad como padre de familia y de mi constante participación social. Tenía el tesoro más valioso para mi gestión: la confianza de la sociedad, confianza que pensaba consolidar día con día a través de la constante rendición de cuentas, misma que no sólo se orientaría a comprobar el gasto efectuado, sino el resultado obtenido con esa inversión y su congruencia con las ofertas de mi campaña.  Mi alianza sería con la sociedad a la que me debía, y sólo con la sociedad; pero buscaría siempre los acuerdos con el cabildo procurando que las sesiones fuesen abiertas y sujetas al escrutinio de la ciudadanía.


Si cumplía con mi mandato y sentía el respaldo de la sociedad, buscaría la reelección consecutiva, pues tres años eran totalmente insuficientes para llevar a buen puerto todos los programas que me había comprometido a desarrollar:  Escuelas de calidad para los niños y jóvenes; atraer empresas socialmente responsables para generar los cientos de empleos que  requería mi municipio facilitando para esto la apertura de los negocios y su diaria operación; desterrar la corrupción rampante que padecíamos, producto de una inaceptable impunidad propiciada, principalmente, por los dirigentes políticos y sus partidos; desterrar la compra de votos y el fraude electoral que estaba incrustado en nuestras prácticas y nuestra cultura; desarrollar las obras de infraestructura que deseaba la sociedad desde tiempo atrás;  lograr que mi municipio fuese un ejemplo de limpieza y respeto a la ecología.


Capítulo aparte merecía el tema de seguridad, grito angustioso que todos los habitantes del municipio habían lanzado. Ofrecí que en alianza con la sociedad, el gobierno del estado y el gobierno federal, impediríamos que el crimen organizado hiciera de las suyas. Juntos la sociedad y los tres órdenes de gobierno, lo podríamos todo; pero si cada quien trabajaba para su santo, abriríamos las puertas a los criminales y a las mafias.


Insisto, mi tarea más importante sería la de dar satisfacción a los deseos legítimos de la sociedad, los ciudadanos  eran mis mandatarios y yo estaba para obedecerlos. Mi municipio sería el mejor municipio del país y su gente, la más feliz, sí, la más  feliz, no la más rica. Sólo podríamos alcanzar ese sueño, si nosotros, las autoridades, cumplíamos a cabalidad con nuestro mandato y si ellos, miembros de la sociedad, se involucraban responsablemente en los asuntos del municipio, lo que exigía un cambio de actitud. Este sería el reto más importante.


Todo lo anterior exigía una visión de largo plazo y una acción inmediata; una visión global, y una acción local.  La confianza de la sociedad sería la piedra angular de mi gestión. Si no cumplía, ella me lo reclamaría y promovería, inclusive, la revocación de mi mandato. Perdería, con esto, no sólo la próxima elección, sino mi prestigio, y como consecuencia mi carrera política. Ese sería el precio que tendría que pagar y estaba dispuesto a ello.


Despierto de mi sueño, ya no soy el joven luchador social, sino el viejo que ha visto pasar durante 76 años la historia de su querido país. Veo, sin sorpresa, que las propuestas del PRI y del PRD en materia de Reforma Política, contrarias a las del PAN, no aceptan candidaturas independientes ni la elección consecutiva de presidentes municipales. Se aferran, por lo visto, a la vieja e inútil fórmula de una gestión de sólo tres años para ese puesto tan importante, con el propósito, seguramente, de conservar el poder que les da la designación directa de los candidatos ¡Arriba la partidocracia! ¡Abajo la sociedad! Les falta leer el repetidamente citado, por quien esto escribe, artículo 39 constitucional


¨La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno."´


Quisiera, como dijo Willian Gilbert, que todos seamos alguien, para que nadie sea nadie ¿Lo entenderán los partidos políticos que rechazan a la sociedad y nos ven a los ciudadanos como menores de edad?

 

Presidente de Sociedad en Movimiento


sociedad.en.movimiento@hotmail.com

 

 



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