martes, 26 de octubre de 2010

En riesgo la identidad de las naciones católicas

 

Por:  Federico Müggenburg

Octubre / 2010

 

 

Se va haciendo cada vez más evidente que la identidad de la mayoría de las naciones europeas y latinoamericanas está en riesgo de ser borrada o cambiada por proyectos específicos, operados por entes internacionales de profundo calado. La identidad debe entenderse como "El conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás".

 

Dicha identidad no es producto de un acto ocasional o aislado en el tiempo y el espacio. Corresponde al acumulado histórico que se manifiesta en la expresión decantada en una cultura, que marca y caracteriza con estilo propio a las colectividades y a las naciones durante plazos amplios, decenas o centenas de años, que dan, por así decirlo, la estirpe que permite identificar origen, desarrollo y plenitud, que generalmente van acompañados de gestas de carácter heroico, que así expresan sus definiciones.

 

La tradición judeocristiana que se amalgamó o se encarnó en la cultura grecolatina, dio por fruto una gran civilización que se desarrolló en todo el continente europeo, logrando entre otros, la vigencia de dos grandes hallazgos:

 

1.- La concepción de la dignidad de la persona, originada en el haber sido hechos a imagen y semejanza de Dios y por ello también, ser el fundamento de los derechos humanos;

 

2.- La distinción entre el ámbito de la autoridad religiosa y el de la autoridad política, que sin embargo, tienen como objeto al mismo ser humano. De ahí  la necesaria creación de condiciones óptimas para lograr la plenitud de las capacidades de cada persona y cada grupo de personas –desde la familia y todo el entramado de familias que plasman la urdimbre social–, y logren como fruto lo que se denomina el bien común.

 

Toda la riqueza y los beneficios de esta identidad cultural, en lo político y religioso, logró dar a luz una nueva generación, con el descubrimiento del nuevo continente, llamado América, al momento del encuentro de dos civilizaciones que dieron como fruto una expresión barroca, que aún espera tiempos por venir para lograr su plenitud histórica.}

 

Es importante precisar que en el siglo XVI, en Europa, se dio una primera fractura entre la razón y la fe, producida por el cisma protestante. En consecuencia vino la absolutización de la razón, negando la fe, el advenimiento de la Ilustración y el Enciclopedismo y posteriormente la idealización del Estado como el absoluto, que justifica la esclavitud bajo el totalitarismo marxista.

 

Esta secuencia degradante de la cultura originaria ha llegado en los albores del siglo XXI a un estadio diferente, ya que la esclavitud a la que se sometió al ser humano con el comunismo, no es igual a la esclavitud del espíritu con la que hoy pretende someterlo la "dictadura del relativismo" y la implantación de la "cultura de la muerte".

 

La clara distinción entre el bien y el mal, entre la verdad que se expresa en la naturaleza y las ideologías que se construyen mentalmente prescindiendo de la realidad, que caracterizó a la cultura cristiana occidental en Europa y América, ahora ha entrado en un relativismo impulsado por la burocracia ideologizada de la ONU, por múltiples ONG y medios de comunicación masiva.

 

También es impulsado por los partidos de la Internacional Socialista y su brazo dominante de rasgos tecnócratas en la Unión Europea y en varias naciones de América Latina, que han adoptado el proyecto llamado "Gobernanza Global Socialdemócrata", impulsado originalmente por Felipe González,  ejecutado en plenitud por José Luis Rodríguez Zapatero en España  y puesto como modelo que conduce "al éxito, la felicidad y el progreso" para las naciones de América Latina.

 

En el proyecto de "Constitución Europea", que habiéndose aprobado en el Parlamento Europeo en 2005, aún espera la ratificación de varias naciones, se ha rechazado explícitamente la referencia a las raíces cristianas de Europa. Esto afecta a la identidad del continente, ya que dicha "ancla" bien significaría la referencia a la identidad cultural que obligaría en consecuencia el respeto a la dignidad de las personas y a la distinción entre los ámbitos civil y religioso.

 

Así pueden "pasar" por buenos, los llamados "nuevos derechos humanos", vulnerando los auténticos "derechos humanos" principalmente "el derecho a la vida, los de la familia y de la educación", así como el derecho a expresar en el ámbito público, las consecuencias sociales y jurídicas de la fe religiosa.

 

En América Latina, además de los intentos de implantación de la "Gobernaza Global Socialdemócrata", los derroteros de la "dictadura del relativismo" y la "implantación de la cultura de la muerte" van también por otros senderos convergentes: el "nuevo socialismo del siglo XXI", inventado por Fidel Castro e impulsado por Hugo Chávez.

 

Asimismo está influida por el "nuevo arrianismo del siglo XXI", impulsado por los promotores de la "teología de la liberación", la "teología india" y el culto a la "madre tierra", bajo la versión de "gaia" y la "pachamama", como expresión de un "panteísmo neopagano" negador de las raíces culturales cristianas de más de 500 años.

 

La identidad cultural, ahora puesta en riesgo bajo un neopaganismo, no es consecuencia de un determinismo histórico, como algunos pretenden hacer creer, es resultado de planes y acciones concretas de seres libres. Por lo mismo, la posibilidad de su "ratificación plebiscitaria" por otros seres libres, es sólo cuestión de inteligencia y voluntad para su logro. De perseverar en el propósito de no traicionar la herencia recibida, sino enriquecerla, permanecerá fortalecida la identidad cultural de las naciones de Europa y América.

 

 



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