domingo, 7 de febrero de 2010

Comentando la noticia

Por: Antero Duks

Febrero / 2010

 

Apenas hace tres o cuatro días, leí en las noticias locales, un reportaje que me provocó asombro, porque no coincide con la información documentada que resulta diametralmente opuesta. Según dicha noticia, los vecinos de la zona Este de la ciudad de Tijuana estaban muy contentos con la presencia de los militares en las calles, quienes estaban apostados en uno de los retenes que instalaron en las llamadas "zonas conflictivas" de esa ciudad.

 

Mediante un mecanismo lógico del cerebro, se establecen las conexiones con la información que ya se posee, e instantáneamente se contrastan los conocimientos que ya se tienen con lo que se está adquiriendo mediante la lectura, y es entonces que algo no cuadra, no cuaja, entre lo que se expresa por quienes ven a los soldados como sus salvadores, y las múltiples denuncias que se han recabado a lo largo y ancho del país, y específicamente en esa ciudad a la hora que han aprehendido presuntos delincuentes implicados en el crimen organizado, quienes han sido objeto de torturas en las instalaciones del cuartel militar en el Aguaje de la Tuna, indistintamente culpables o inocentes, sin importar género.

 

La noticia entonces nos resulta increíble, a lo mejor tendenciosa, o por lo menos manipulada, sobretodo porque acabamos de conocer el Informe de Human Rights Watch (HRW), capítulo del informe mundial: México, que contiene una serie de señalamientos muy severos referidos precisamente a la actuación del Ejército Mexicano, en su guerra contra los cárteles del narcotráfico, emprendida por Calderón a raíz de su ascenso al poder, y varios casos emblemáticos de los cuales ya hemos leído en la prensa y video-escuchado en las noticias televisivas, y confieso que me estoy totalmente confundido por la disparidad de ellas.  Por un lado la gente, según unos, se siente segura con la presencia de los milites, pero, según otros, se sienten expuestos literalmente a ser sus víctimas, como dicen por ahí "sin deberla ni temerla".

 

Así nos encontramos con estos aspectos destacados del mencionado Informe:

 

"El Presidente Felipe Calderón ha delegado mayormente en las fuerzas armadas la lucha contra la violencia relacionada con el narcotráfico y el crimen organizado.  En el marco de sus actividades de seguridad pública, las fuerzas armadas mexicanas han cometido graves violaciones de derechos humanos, como ejecuciones, torturas, violaciones sexuales y detenciones arbitrarias. México permite sistemáticamente que las fuerzas militares se investiguen a sí mismas a través de un sistema de justicia militar que garantiza la impunidad de los abusos cometidos por el Ejército.

 

El sistema de justicia penal de México padece graves problemas de derechos humanos, como el uso de la tortura y el maltrato por parte de las autoridades de aplicación de la ley, y no juzga adecuadamente los delitos. La creciente violencia contra los periodistas que denuncian al crimen organizado y la corrupción gubernamental ha generado un clima de autocensura en varias partes del país.

 

Que los soldados mexicanos continúan cometiendo abusos aberrantes durante su participación en actividades de seguridad pública. La cantidad de denuncias de abusos cometidos por el Ejército presentadas ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México se sextuplicó entre 2006 y 2008, y llegó a 559 durante el primer semestre de 2009.

 

En febrero de 2009, por ejemplo, un grupo de soldados detuvo arbitrariamente a un indígena en Oaxaca durante seis horas y lo sometió a golpizas y técnicas de asfixia por inmersión. En marzo, varios soldados detuvieron a 25 agentes de la policía municipal de Tijuana en una base militar en la cual les propinó reiteradas golpizas, les administraron descargas eléctricas, incluso en los genitales, y los asfixiaron con bolsas de plástico. En agosto, un grupo de soldados detuvo a dos hombres en Morelos, los amenazaron de muerte, les vendaron los ojos y los golpearon.

 

Las autoridades militares asumen habitualmente la jurisdicción militar para investigar y juzgar los abusos del Ejército. Como resultado, la gran mayoría de los casos de abusos del Ejército nunca son juzgados con éxito. El sistema de justicia militar carece de la independencia necesaria para llevar a cabo investigaciones confiables, y su funcionamiento se caracteriza por una falta de transparencia generalizada. La capacidad de los agentes del ministerio público militar de investigar los abusos cometidos por el Ejército se ve aún más debilitada por el temor hacia esta institución, que impide que las víctimas civiles y los testigos brinden información a las autoridades militares (Informe HRW, 2009).

 

Otro caso digno de mencionar es el conocido recientemente, que relata la periodista Patricia Dávila, en Proceso, cuyo título es bastante elocuente: "Licencia para matar", en donde documenta mediante testimonios el caso de dos víctimas en el operativo para cazar al narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, en Cuernavaca, Morelos. El fragmento más significativo del reportaje difunde que: "Los cuerpos de Patricia Terroba Garza e Ignacio Aguilar Rodríguez quedaron destrozados por los impactos recibidos. A ella la alcanzaron 180 disparos. Él prácticamente se desintegró por las decenas de balas que penetraron en su cuerpo.

 

Los dos cayeron durante los operativos de los marinos contra el capo Arturo Beltrán Leyva del 11 y del 16 de diciembre en los fraccionamientos de Ahuatepec y en el complejo Altitude de esta ciudad, respectivamente. Sus familias nunca sabrán cómo murieron, pues los certificados de defunción son muy generales y no precisan las causas de sus muertes. Al igual que otros civiles detenidos, Terroba y Aguilar fueron víctimas de la manipulación y ocultamiento de información y también del abuso de las autoridades federales y estatales. La Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) y la Comisión Independiente (CIDH) documentaron sus casos" (Proceso, edición 1734).

 

Evidentemente, a los fuertes señalamientos que se han efectuado, el gobierno mexicano a través del titular de Gobernación, Fernando Francisco Gómez-Mont Urueta, ha respondido que se han respetado a cabalidad los Derechos Humanos, marcadamente por las fuerzas armadas y el gobierno cuya cultura de la legalidad es una práctica constante...y una sarta de sandeces que ni ellos se las creen.

 

Finalmente, suscribo estas palabras de Raúl Ramírez Baena, incansable defensor de los Derechos Humanos, quien afirma: "El informe de HRW no es poca cosa, al igual que el Informe de Amnistía Internacional del mes pasado, que también señala, en el caso de México, ése y otros casos de tortura en Tijuana por los militares. Además de los dos artículos del Washington Post del año pasado, en su primera plana, y de le revista Proceso, denunciando los casos de tortura en Tijuana en contra de policías y civiles, y la impunidad.

 

Para los organismos de Derechos Humanos, la difusión en los medios, de los abusos, es uno de los pocos recursos con los que contamos, en virtud de la cerrazón que hay en el gobierno para resolver y atender los casos".

 

 

COMENTANDO LA NOTICIA:

 

Hace algunos días me comentó un pariente que vive en Ciudad Juárez, que todo el escándalo que están haciendo por la presencia de los militares en esa plaza, y probablemente en otras que están en las mismas condiciones, es orquestada por la delincuencia organizada.

 

Esto es por demás creíble dada la forma en que se las gastan los delincuentes, especialmente los narcotraficantes, aunque de hecho hay que incluir a atrás especialidades, como los extorsionistas y contrabandistas.  Además hay que señalar que detrás de todos ellos están personajes gallones de la política mexicana, de esto no hay la menor duda, si no, no se explicarían muchas cosas, entre ello precisamente la inobjetable salida del ejercito.

 

No cabe duda que el país ya cayó en manos de la delincuencia, a ver como nos va.  Esta duda es por decir algo, porque definitivamente no se puede augurar nada bueno.  Y mucho cuidado con el Primer Poder de la Nación: LA PRENSA TELEVISIVA, que está hundida hasta las manitas, si no, cómo se explican la torcedura cotidiana de las noticias, sobretodo en el despiadado ataque al ejército.

 

¿Y el pueble?  Nada más la ve pasar.   ¡ABUR!

 



«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»

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